Un nuevo estudio sobre las ondas que produce en el fondo del mar puede revolucionar la investigación de sismos submarinos. La geología marina cambiará los disparos de pistolas por los sonidos de las ballenas.
Hasta ahora, gracias a las grabaciones de un norteamericano que fue pionero en el estudio de las ballenas en la Patagonia, se sabía que los machos emitían largos sonidos en épocas de reproducción para atraer a las hembras y amenazar a los otros machos. Esos estudios, realizados por el biólogo Roger Payne hace más de 50 años, mostraron que los cetáceos emitían unos cinco sonidos consecutivos e iguales, por lo que se los asimiló a canciones musicales. El mismo Payne los detalló como “una gran mano vibrante en el pecho que te hace castañear los dientes”. Esa repetición en secuencia fue la clave: «cuando un animal repite algo de forma rítmica se dice, por definición, que es canto», expresó. «Así sea de un ave, un murciélago, una rana o una ballena, es canto».
En estas horas, la reconocida revista científica Science publicó un estudio de un equipo de la Universidad de Oregon en Corvalis y el Instituto de Geofísica de la Academia de las Ciencias de la República Checa -IG-CAS-, donde se avanza en el valor que tienen esos sonidos para el estudio de la corteza terrestre en la profundidad del mar.
La investigación se realizó sobre ejemplares de rorcuales (un cetáceo que se encuentra en todo el mundo y en Argentina en la costa atlántica de Patagonia y Malvinas), que viven a grandes profundidades y con sus “abundantes cantos podrían complementar y mejorar sobremanera los estudios sísmicos donde no es posible emplear las técnicas convencionales desarrolladas en la actualidad”.
“El estudio de la estructura de la corteza oceánica a menudo requiere poderosas ondas sísmicas” explicó el investigador del IG-CAS y autor principal del artículo Václav Kuna. “Esto se logra normalmente gracias al uso de pistolas de aire instaladas en barcos que generan pulsos explosivos a altos decibelios”, continuó. “Pero si bien estas explosiones son efectivas, se trata de algunos de los sonidos más potentes producidos por el hombre en el océano y son potencialmente dañinos para la vida marina”, sostuvo.
Por su parte, los cantos de los rorcuales pueden ser tan fuertes como son sonidos producidos por estos grandes barcos. También se conoce que pueden durar horas, que ocurren en frecuencias que pueden viajan bien a través del fondo del océano y que a menudo son capturadas por las estaciones del sismómetros del fondo del océano -OBS por sus siglas en inglés- empleados para registrar y monitorear la actividad sísmica submarina.
Un ejemplo de ello lo encontramos en el estudio de Kuna y su compañero de la Universidad del Estado de Oregon, John Nábelek, quienes muestran que las grabaciones de las estaciones de sismómetros submarinos no solo capturan los cantos de las ballenas, si no que las poderosas ondas sonoras producidas por estas canciones reverberan y refractan a través de las capas de roca bajo dichas estaciones proporcionando una información muy valiosa para los geólogos.
Para llegar a sus conclusiones los investigadores analizaron un total de seis cantos de rorcuales grabados por varias estaciones de sismómetros frente a la costa de Oregon y hallaron que podían valerse de dichas señales para calcular el espesor del sedimento oceánico y el basalto de la corteza marina, así como la velocidad de propagación de las ondas P en la corteza inferior subyacente a las estaciones. «De manera más general, nuestro estudio demuestra que las vocalizaciones de los animales son útiles no solo para estudiar a los animales en sí, sino también para investigar el entorno en el que habitan», comentaron los autores. Todo ello a la vez que defienden que el empleo de esta nueva técnica podría tener un impacto tremendamente positivo en el ecosistema acústico oceánico, contribuyendo a la disminución del ruido marino de origen antropogénico, un importante factor estresante para muchas especies marinas y que en ocasiones tiene consecuencias fatales.
El primero que grabó los cantos
El biólogo estadounidense Roger Payne fue pionero en el estudio de las ballenas en la Patagonia y construyó un sitio especial para sus investigaciones en la costa de Península Valdés y fue quien grabó por primera vez el canto de las ballenas.
En 1967 viajó a Bermuda donde conoció a un ingeniero acústico, Frank Watlington, que estaba grabando unos sonidos curiosos en el mar. «Tenía una terminal conectada con un cable larguísimo a un hidrófono -un micrófono submarino- con el que grababa lo que se atravesaba en el agua», recordó.
Eran unos sonidos que, por su volumen, supuso venían de ballenas porque animales pequeños no los hubieran podido producir. En una salida en la embarcación de Watlington interceptaron lo que creían eran una ballenas jorobadas. Cuando Roger Payne se puso los audífonos no podía creer sus oídos.
«Me tomó completamente por sorpresa. Empecé a escuchar estos espectaculares y virtuosos despliegues musicales», relató. «Era una sensación profunda que te penetraba como ninguna otra cosa que hubiera escuchado».
A partir de ese momento, Payne se sumergió en el mundo del canto de las ballenas, lentamente descubrió que tenían diferentes temas musicales, como unos cinco, que repetían en secuencias: «cuando un animal repite algo de forma rítmica se dice, por definición, que es canto», expresó. «Así sea de un ave, un murciélago, una rana o una ballena, es canto».
Pero lo más impactante fue el canto, que Payne describe como una gran mano vibrante en el pecho que te hacía castañear los dientes. «Fue una experiencia increíble. Estremecedora», describió. «Era tan intenso que me preguntaba si era capaz de soportarlo».
Aunque no se han podido descifrar exactamente, el biólogo concluye que son una demostración de la capacidad del macho, quienes son los que cantan, en parte para mostrar cuánto tiempo pueden aguantar sin salir a la superficie a respirar.
«En ese sentido es como el canto de los pájaros», explicó. «Estos lo hacen por dos razones: para llamar la atención de una pareja y para amenazar a otros machos que intenten incursionar en su territorio».
Cualquiera que sea la razón, el sonido era tan cautivante que Payne propuso lanzar un disco con los cantos de las ballenas. La idea probó ser muy popular y el disco se convirtió en la grabación de la naturaleza de mayor venta de todos los tiempos.
«El resultado fue lo que hoy en día se llamaría ‘viral’. El disco primero se volvió oro y luego alcanzó estatus platino».
El disco incluía un folleto que describía el peligro en que se encontraban estos enormes mamíferos marinos. Su impacto fue inmediato.
«A partir de entonces, muchos países empezaron a formar organizaciones para salvar las ballenas», indicó.
Aunque ya había activistas que llevaban mucho tiempo trabajando en la protección del medio ambiente, nunca habían recibido tanta atención.
Organizaciones como Greenpeace empezaron a enfrentar físicamente a las balleneras, interponiéndose entre sus embarcaciones y sus presas.
El propio Roger Payne es fundador y presidente de Ocean Alliance, una organización para la defensa y conservación de las ballenas.
No obstante, frente a todos los problemas ambientales del mundo, el biólogo no le augura un buen futuro a sus animales preferidos.
«Las ballenas son para la humanidad como los canarios en las minas de carbón. A medida que los océanos se contaminen más, las ballenas serán las primeras en morir».
Este artículo ha sido elaborado con información propia y de los sitios: Instituto de Conservación de Ballenas, Revista Science, National Geographic, Sistema de Información de Biodiversidad, BBC y Wikipedia.
Muy interesante. Gracias por la nota.