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Tras los rastros de otro aviador y escritor francés que voló en el Sur

Mario Novack
Por Mario Novack
Arriba, Taxi aéreo de Río Gallegos - Sin registro de fecha. Fotografía Opacak Archivo: Silvia Mirelman (Mi Río Gallegos-Facebook). Abajo Pierre Chenal,con campera de cuero y sin lentes. Gentileza de Julio Argentino Gaudin.

El francés miró la costa recortada de la Patagonia e imaginó que por primera vez sus vuelos no llevaban una carga de muerte, como cuando le tocó combatir por su país en la Segunda Guerra Mundial.

Abajo se divisaban los hangares del Aeroclub Río Gallegos. Allí una hermosa mujer lo aguardaba para que se hiciera cargo de volar sus aviones en lo que constituía la primera Línea Aérea Santacruceña.

El piloto era el francés Pierre Chenal, que había elegido estas latitudes para probar suerte. La mujer era Carmen “la Coca” Egues, todo un personaje en el Gallegos de entonces. Carmen regenteaba los prostíbulos de Río Gallegos, Río Grande y Ushuaia.

Muchos aviadores franceses habían elegido estas latitudes para desplegar su actividad laboral. Uno en especial era muy recordado en la Patagonia, especialmente en Santa Cruz, por su calidad profesional y humana.

Antoine de Saint-Exupéry había sido piloto de la Aeroposta Argentina, compañía sobre cuya base profesional se constituyeran luego líneas como LADE y Aerolíneas Argentinas. Los paisajes que recorría y las visiones en los vuelos le dieron a Saint-Exupéry la materia prima para escribir “El Principito”, su obra más destacada.

En tanto, sin tanto aura, el piloto convocado a Río Gallegos se transformaría tiempo después en un destacado novelista y escritor. Pierre Chenal eligió la Argentina como país de residencia, y luego de viajar por muchos lugares del país su actividad le dio la posibilidad de conocer a quien sería su esposa.

Las acrobacias que realizaba con su avión y su exquisitez como piloto cautivaron a Nancy Confalonieri, quien dejó su Chajarí entrerriano para compartir con Chenal la vida matrimonial.

Río Gallegos tenía entonces poco más de 6 mil habitantes. Eran tiempos difíciles, de incomunicación con las grandes urbes. En ese año 1949 gobernaba Santa Cruz un coronel de extrema confianza del presidente Perón.

Rafael Lascalea, había sido antes de recalar en Santa Cruz como gobernador del entonces Territorio, Subsecretario de Informaciones y Prensa apoyado en su acompañamiento permanente al líder militar.

Lascalea había sostenido el año anterior un duro enfrentamiento con los dueños de los prostíbulos locales, que desde entonces se habían convertido en un factor de poder en lo económico y político.

Figura rutilante era Carmen Egues. La “Coca”, admirada por las mujeres de entonces y deseada por más de un funcionario, recorría las calles de la pequeña capital sin pasar desapercibida. Sus accesos a los despachos gubernamentales eran franqueados de inmediato.

Desprendida y solidaria con los más necesitados. Así la recuerdan muchos, cuando concurrían a pedirle alguna chapa para terminar una casa o simplemente dinero para atender algún familiar enfermo.

El historiador Roberto Livachkes recuerda que eran aquellos años en la Patagonia donde se había aplaudido en algunas de sus primitivas pistas de aterrizaje a pilotos como Rufino Luro Cambaceres, al mismísimo Antoine Saint-Exupéry, al capitán Marcos Zar y a cada uno de los que se atrevieron a desafiar tan inhóspito lugar.

A fines de la década del 40, un joven delgado enfundado en la típica campera de aviador, de cuero y con el cuello de piel, despertó la curiosidad de Ushuaia. Se lo veía siempre con una enorme sonrisa y si bien es cierto que en las ciudades chicas “las noticias vuelan” esta vez el dicho era literal. El pueblo no tardó en enterarse que este simpático jóven llamado Gerardo Ubaldo Lorenzo era el responsable de transportar desde Río Gallegos hasta Ushuaia la correspondencia, algunos pasajeros y cualquier bulto que entrara en el avión. Lorenzo había nacido en Hurlingham, en la provincia de Buenos Aires, el 25 de septiembre de 1911.

Para 1946, y ya como un reconocido y hábil piloto, decidió constituir la compañía PEMAENLO Taxis Aéreos.  A la distancia, no solo sorprendió lo intrépido del emprendimiento sino el optimismo y la iniciativa de su pujante personalidad

La sociedad fijó domicilio en la calle Sarmiento 24, a metros de la entonces Avenida Julio Argentino Roca en la ciudad de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Sus socios fueron los hermanos Pedro y Enrique Martinez.

Con la ayuda de las autoridades locales adquirieron un avión bastante importante para la época – un bimotor Cessna T-50, una máquina de 245 caballos de fuerza, con seis plazas y cuyo desempeño fue tal que se llegaron a construir más de cinco mil  unidades

El jefe de vuelos de la joven empresa era el mismo Lorenzo y el primer vuelo oficial lo hizo el 4 de julio de 1948 desde la localidad de Morón, en la provincia de Buenos Aires y hasta Río Gallegos. Él percibió que la región austral era la que verdaderamente necesitaba de sus servicios y por eso el objetivo con el que nació la empresa fue el de unir las ciudades más australes del país: Río Gallegos con Río Grande y Ushuaia

La forma de volar en esos años era muy particular, casi una cuestión familiar difícil de imaginar. Cuando un pasajero procedente del norte de Argentina deseaba continuar su viaje hacia el sur debía anotarse en una lista disponible en el Hotel Argentino de Río Gallegos y, armándose de paciencia, esperar a que Lorenzo consiguiera completar las plazas del avión o regresara de alguno de sus viajes.

Mientras tanto, el pasajero debía ingeniarselas para ocupar su tiempo en las escasas actividades que ofrecía la ciudad de entonces.

Algún partido de truco en el hotel o en el Club británico, o hasta permitirse una corta visita a las típicas “casitas” que ya estaban funcionando enlas afueras del lugar.

Muchas veces las propias chicas que sabían amenizar la estancia de los viajeros en el lugar, eran las pasajeras de los vuelos pues según cuentan viejos relatos, la famosa Carmen Egues, más conocida como la “Coca”  y dueña de los prostíbulos de la zona, había contratado los servicios de la joven empresa para el recambio de sus empleadas.

Muchos dicen que la  Coca fue quien realmente aportó el capital necesario para la empresa aeronaval, constituida con aviones de buena tecnología y estructura de madera terciada.

Luego de esta aventura patagónica, Chenal siguió volando en diversos lugares del país y ejerciendo su vocación literaria con obras como “La última Tempestad” donde detalla con dramatismo situaciones personales en vuelos de la Patagonia.

“Siempre me han fascinado los vuelos en esas condicioines, y pienso que es realmente uno de los espectáculos más maravillosos que puede un piloto contemplar. De vez en cuando, al acercar mis dedos a los Plexi-Glass, sentía el picoteo característico de las descargas estáticas, mientras que las chispas a veces como de diez centrímetros de largo, surgían de mis uas acompañadas de un crepitar seco»: Pierre Chenal – La última tempestad.

Artículo publicado por el autor del en Diario El Nuevo Día

ATE
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Periodista, investigador histórico y escritor con una larga trayectoria en los medios de comunicación de Río Gallegos, Santa Cruz. Actualmente conduce un programa de radio en FM UNPA, compartida con LU 14 Radio Provincia de Santa Cruz y AM 740 Radio Municipal de Puerto Deseado y publica sus investigaciones históricas en el diario Nuevo Día. Es de su autoría una Cantata de las Huelgas Patagónicas y letras de canciones. Vive en Río Gallegos
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