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Un castillo Romano en el corazón de Córdoba

Vanesa Mrozowski
Por Vanesa Mrozowski
Tras una fachada de piedras y torres grises se encuentra el multicolor de lo que vivieron nuestros antepasados.

Los juguetes de nuestros abuelos, las máquinas con que se sacaron fotos nuestros familiares, el primer teléfono de un pueblo, toda una mesa servida hace cien años en el campo, la religión, la música, la vida que respiraban nuestros antepasados. Todo eso y mucho más forma parte de un mundo articulado, de un corazón apasionado que construyó un sitio donde ese pasado tenga la vida actual que tiene.

La cara más visible y protagónica de la historia es Francisco “Tito” Romano, con sus casi 81 años. Pero también hay que agregar a su padre y a su esposa “Negrita”, a sus hijos (especialmente el menor que sigue con la pasión), a Gustavo García (guía y restaurador de la parte electrónica del sitio) y a tanta gente más.

Estamos hablando de un imponente “Castillo Romano” que se ubica a metros de la plaza central de Villa General Belgrano y que visitamos para una edición especial de El Diario de Vanesa. El mismo Tito nos aclara en la entrevista que lo de Romano parte de su apellido y no porque el imperio de lo que ahora es Italia hubiera llegado a esta bellísima región de Córdoba.

Pero sí, nos confesó, responde al recuerdo de un pequeño castillo que había en el pueblo de infancia de su padre italiano. Aquel Romano que llegó primero a esta región cordobesa fue también quien le sugirió a Tito la colocación de “algo que se vea en la cima del cerro y que sea un atractivo turístico”, de donde nació la idea y construcción de la Virgen que se ubica en lo más alto de la elevación y que compartimos en la nota anterior.

Cada elemento tiene vida y testimonio de lo que vivieron nuestros antepasados.

Algo Romano está a la vista en todo el pueblo, ya sea desde las alturas, desde el cristo de madera restaurado por él, por los carteles que indican calles y sitios de la Villa como dentro de ese museo politemático que tiene la fachada de torres de piedra y el interior con un corazón que late un pasado con vida. Por las venas de cada muñeco articulado (especialmente por el Pinocho gigante que da la bienvenida) y por todos los elementos que componen esta emocionante colección pública, corre la pasión de Tito, su familia, de Gustavo que nos lleva por los años de las primeras grabaciones musicales y por una comunidad que también aportó parte de su pasado para que esté en esas vitrinas.

El video que acompaña esta nota tiene el registro de esa pasión en la extensa y riquísima charla que tuvimos con Tito y luego con Gustavo. Se los recomiendo especialmente porque transmite lo que vivimos primero al ver esa imponente entrada de piedras grises y luego en cada rinconcito donde un objeto nos trajo a nuestros abuelos y abuelas, a quienes iniciaron la sociedad o una nueva vida en estas tierras.

La pasión y la imaginación están en las manos de este artesano de la vida que se puso el pueblo y el pasado en sus hombros y le dio forma de encanto.

Una visita especial que recomendamos, especialmente porque reconforta el alma el encuentro con ese mundo que acompañó a quienes nos precedieron. Estar allí fue también valorar lo que hoy tenemos, lo que hoy nos permite una vida más moderna pero que no debe ocultar esas raíces.

Gracias por acompañarnos y será ¡HASTA LA PRÓXIMA!

ATE
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Deportista, empresaria de traslado de mascotas en todo el país y comunicadora aficionada, creó y conduce el espacio El Diario de Vanesa. Vive en El Calafate, Santa Cruz.
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