“Chuta que el weón éste nos viene caminando…puras vueltas para entregarnos nuestra plata”. El hombre de piel curtida por las escarchas y vientos se amargaba en su reclamo mientras cabalgaban detrás del piño en campos de la poderosa Familia Menéndez-Behety.
Transito Barría, peón de campo como su connacional Olegario Bórquez, no solo eran compañeros de trabajo en la Estancia María Behety, sino víctimas de la estafa del contador del establecimiento.
“Ni a las mujeres respetó. A la Carmen también la jorobó con los manejos de los sueldos”, acotaba amargamente su compañero Olegario. «Desde que vinimos de Chile, es la primera vez que nos sucede. Encima nos amenazaba diciendo que nos iba a pasar lo mismo que a los paisanos en la Patagonia Trágica.”
Los guanacos que salen al paso interrumpen el relato de los peones, que ya han tomado una decisión con el resto de los empleados: denunciar al administrador por haberse quedado con sus sueldos y ahorros.
El villano tiene nombre y apellido. Se trata de Hipólito Alfredo Pages Lagarde y es el contador de la estancia María Behety. Oye Olegario, dice el paisano Barría, si quieres te cuento un poco de la historia de este lugar.
“Al tiro po”, responde Olegario mientras se acomoda en el recado de su caballo que sigue resoplando viento en contra por el campo. «Cuentame todo lo que sepas”.
En el año 1897 nacía en Tierra del Fuego la estancia “María Behety”, propiedad del comerciante asturiano José Menéndez, aquel hombre inmigrante sin escrúspulos a quien llamaban “el Rey de la Patagonia”.
En ese momento y por otorgamiento de las tierras que hacía el gobierno argentino le dió a Menéndez y otros inmigrantes malvinenses y extranjeros la posibilidad de ser propietarios de campos en la región patagónica.
En aquel momento el establecimiento, ubicado en las cercanías de Río Grande fue denominado como “Segunda Argentina” y las investigaciones históricas vinculan al empresario, por medio de su encargado y administrador Alexander Macleann con la matanza de habitantes originarios.
Macleann, el tristemente célebre “chancho colorado” fue responsable de la matanza y persecución de los shelkman que habitaban las tierras que le fueran otorgadas a Menéndez.
Eso en qué año fue?, interrumpe Olegario, casi a fines de 1899, creo, pero hubo varias matanzas. Una de ellas – habla de un envenenamiento de una ballena, que fuera ofrecida como banquete a los shelkman acompañada de abundante cantidad de vino, en especial a los hombres.
“Se habla de 400 muertos, baleados por la gente del “Chancho Colorado”, que no fue la única ocasión en que se utilizara la violencia para el exterminio de los originarios habitantes de la isla.”
“Amigo Tránsito, escuché que los pobres indios le decían “guanaco blanco” a las ovejas, dice Olegario. “Claro po, por eso comienzan los enfrentamientos con ellos. Siempre vivieron en estos campos cazando guanacos. Nunca habían visto una oveja y al resultarles más fácil para agarrarla y alimentarse, creyeron en el “guanaco blanco” y eso a don Menéndez y otros estancieros no les gustó para nada”.
“Dicen que Menéndez lo contrató al “chancho colorado” de Mac Lean para ordenar el problema con los shelkman y las ovejas. Y el chancho le dijo “mejor meterles bala” y así ocurrió.
“Esperemos no nos ocurra eso, dice Olegario. “No hombre,” dice Tránsito. El “Chancho Colorado” ya reventó, en Punta Arenas el 5 de junio de 1917. Reventó –literal- porque lo había deteriorado el consumo de tanto alcohol. El tipo vivía en pedo y supongo sin ningún remordimiento por tantas maldades cometidas”.
“Aunque a usted lo asombre hasta fue juez de paz, en Río Grande, en 1905. Cosa de no creer”. Tránsito Barría se interrumpe al divisar un par de caranchos revoloteando detrás de una loma.
“Algún animal muerto, habrán sido los pumas o algún zorro, le dice a su compañero Olegario, que sigue interesado en el relato y le pregunta. “¿Zorro, como Mateo Mihaic, el croata ese que trabaja con nosotros?
“Tipo bravo debe ser. Vino a trabajar con Popper, el buscador de oro más celebre y asesino de indios también. Que raro que el contador lo pudo engatusar. Dicen que era de armas llevar de joven también el Mateo”.
“Bueno, agrega, el croata había juntado todos sus ahorros y el cagador este del contador lo convenció que se los diera, que él le abría una cuenta en el Banco Anglo de Río Gallegos y nada…siempre a las vueltas”.
Los perros anuncian un par de animales muertos y la presencia cercana de algún puma. “Trajo el Colt por si aparece el “león”, pregunta Transito Barría. Es probable que ande por acá haciendo daño”.
“Más daño que el contador no creo que haga. El viejo “patas largas” de Enrique Jackson y Don Laureano Peréz, en representación de la estancia, se va a encargar de presentar la denuncia por estafa o como sea. Dicen que en Río Gallegos hay un juez muy correcto, que se llama Germán Vidal y seguro le van a poner los puntos..”
“¿Cuántos somos los jodidos por el bicho este?, vuelve a preguntar Olegario. “Ya le digo, Mateo Mihaic, Carmen Velazquez, Abrahán Catalán, Francisco Aguilar, Miguel Alvarado, Luis Gallardo, Antonio Uribe, Jerónimo Cvitanic, Segundo Garay y nosotros dos”.
“Casi un equipo de futbol, siendo tantos habrá que esperar que lo condenen.” Expresa Tránsito Barría con una mezcla de bronca y resignación.
Pasan los meses, hasta que llega una noticia de Río Gallegos. El juez federal condenó al contador Pagés Lagarde a cuatro años de prisión, por el delito de defraudación.
Los peones, reunidos, no saben si celebrar o esperar, ya que han sido más de tres años desde que comenzaron las maniobras de estafa del contador. “Parece que van a apelar”, dice el administrador Jorge Jackson, advirtiendo que nada es definitivo.
Efectivamente, la sentencia del juez Vidal dictada un 28 de septiembre de 1935, fue apelada en la ciudad de La Plata, ante la Cámara Federal, dando lugar a un nuevo fallo. Esto ocurrió el 16 de diciembre del mismo año y se cambió la calificación de defraudación por el delito de hurto, con una pena menor. En este caso, dos años de prisión.
Los damnificados por las maniobras, nunca supieron cuáles eran los vericuetos legales que permitieron al contador tener la bondad de la justicia. Sólo sabían que sus sueldos fueron ganados entre el frío, viento, escarchas y sacrificios que terminaron en manos de Hipólito Pages Lagarde que durante más de tres años vivió con plata ajena que su larga mano le proveía.
Se sabe de la condena. Lo que no se ha podido saber es si la estancia “María Behety” le repuso a los estafados los dineros sustraídos por el contador que trabajaba para la propia estancia.