En el Día de los Trabajadores recordamos a Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, ejecutados en EEUU hace 96 años.
A las 3 de la tarde del 15 de abril de 1920, en South Braintree, a las afueras de Boston, Massachusetts, dos empleados de la fábrica local de zapatos fueron asesinados durante un robo. Los delincuentes se alzaron con los sueldos del personal: 15.776 dólares.
Convulsionado por huelgas y represiones, EEUU vivía por entonces sumergido en la paranoia anticomunista. En ese contexto, la policía, a sueldo de los empresarios, atribuía sistemáticamente los más variados delitos a los grupos radicalizados de obreros. Dentro de esos grupos, claro, no faltaban los italianos, muchas veces explotados, muchas veces desempleados, casi siempre politizados y por tanto conscientes de su situación y la de sus compañeros de clase.
Así las cosas, el 5 de mayo fueron apresados por el robo y asesinato perpetrado en South Braintree dos trabajadores italianos, el zapatero Nicola Sacco y el pescador Bartolomeo Vanzetti. Los interrogatorios, sin embargo, no se centraron en los delitos, sino en las ideas políticas de los detenidos, los cuales, por cierto, eran cuadros anarquistas.
Al momento de su detención Bartolomeo cargaba con antecedentes por gremialismo en otros tres estados: como picapedrero en Connecticut, como peón en Ohio y como obrero fabril en Pensilvania. Desde 1916, luego de liderar una huelga de trabajadores, su nombre figuraba también en todas las listas negras de Massachusetts. Por su parte, su paisano Nicola, luchador y defensor de los derechos de los inmigrantes, desde 1920 formaba parte asimismo de la lista de indeseables elaboradas por el Departamento de Justicia.
El juicio fue una descarada farsa. El fiscal, Frederick Katzmann, fundamentó todo el caso en base a la ideología de los imputados. El abogado defensor, Fred Moore, una estrella de los tribunales contratada por los compañeros anarquistas de los acusados, puso en evidencia la escandalosa parcialidad tanto del fiscal como del juez.
La movida de Moore llevó el caso hasta la portada de todos los diarios de EEUU y de buena parte de Occidente. A instancias suyas, Sacco y Vanzetti reconocieron su ideología anarquista y así el abogado logró establecer que era ese, y ningún otro, el motivo del juicio. Al mismo tiempo, Fred Moore invalidó los amañados peritajes policiales, obteniendo otros elaborados por profesionales independientes que desbarataban las supuestas evidencias que debería considerar el tribunal.
Con todos estos elementos, el proceso se transformó en algo así como una novela mediática seguida por millones de personas en los cinco continentes, a la vez que el debate judicial giraba en torno a justicia social, derechos laborales, imparcialidad del sistema de Justicia y garantías constitucionales en los EEUU. De Boston a Los Ángeles, de Londres a Lima, de Sidney a Moscú, cada alternativa fue seguida al detalle durante las seis semanas que duró el juicio. El veredicto, cantado de antemano, se conoció el 14 de julio de 1921: culpables.
Comenzó entonces una segunda batalla judicial, esta vez por reabrir el caso, a cargo de un nuevo abogado, Bill Thompson, quien centró sus argumentos en torno a los defectos procesales del juicio que condenó a sus defendidos. Thompson logró establecer el uso, por no decir contratación, de testigos falsos por parte de la fiscalía así como el empleo de medios ilícitos por parte de la policía a la hora de obtener confesiones. Las seis apelaciones presentadas fueron desestimadas por el Juez Thayer quien incluso ignoró el testimonio de un convicto, Celestino Madeiros, que se auto incriminó en el golpe de South Braintree.
La corte suprema de los EEUU se negó a tomar el caso y, a pesar de las recomendaciones del comité examinador, el gobernador de Massachusetts se declaró incompetente para conmutar la pena. Finalmente, el 23 de agosto de 1927, después de 7 años de proceso y en medio de una ola de protestas dentro y fuera de los EEUU, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron asesinados en la silla eléctrica.
Al año siguiente The Viking Press publicó la totalidad de las cartas que Sacco y Vanzetti enviaron desde prisión. De sus 418 páginas podemos destacar una, adaptada y musicalizada por Pete Seeger en 1948, e incluida en un disco homenaje realizado por Woody Guthrie para el sello Folkways Records. Se trata de la última carta enviada por Nicola Sacco a su hijo, Dante, de 13 años.
Dice así:
«Salvo algún imprevisto, nos electrocutarán después de medianoche, así que acá estoy, junto a ti, con el corazón lleno de amor, como hasta ayer. No llores, Dante, que ya han corrido muchas lágrimas. Tu madre derramó muchas a lo largo de estos siete años y la cosa no sirvió nunca de nada. Así que, hijo mío, no llores, y sé valiente y fuerte para consolar a tu madre.
Cuando quieras apaciguar la desesperanza de tu corazón lleva a tu madre a pasear a algún rincón apacible del campo. Recoge algunas flores aquí y allá, y descansa a la sombra de los árboles o junto a un arroyo. En la paz del campo tu alma se sentirá reconfortada. Pero recuerda hijo mío, no pienses solo en tu felicidad. Detente siempre a ayudar a los débiles en torno a ti.
Los más débiles, los que gritan socorro. Los perseguidos y las víctimas son tus amigos. Tuyos y míos. Son camaradas que luchan, sí, y que caen a veces, al igual que ha caído tu padre. Como han caído tu padre y Bartolomé luchando para conquistar la alegría y la libertad para todos. En el combate por una vida mejor hallarás todo el amor del mundo y en ese combate serás a tu vez amado».
En 1977, medio siglo después de las ejecuciones, Michael Dukakis, gobernador del Estado de Massachusetts (y, para más datos, hermano de la actriz Olympia Dukakis) exoneró de todos los cargo a Nicola y Bartolomeo, declarando que “sus nombres deberían quedar para siempre limpios de toda desgracia”. Para entonces Dante, el hijo de Nicola Sacco, ya había muerto. La carta de su padre, plena de coraje y lúcida ternura, lo ha sobrevivido. En tiempos amargos e injustos como estos, consuela pensar que esa carta, quizás, fue escrita también para nosotros.