El avance de la actividad turística llevó a que la famosa Carretera Austral de Chile llegue a este lugar, que hasta hace pocos años sólo se accedía por navegación. Con unos 500 habitantes y un deslumbrante paisaje, asombra la arquitectura que han desarrollado en la ladera de un fiordo.
Corría enero de 2016 cuando llegué a Caleta Tortel, un hermoso poblado de la Patagonia chilena, interesante desde todo punto de vista, tanto por sus aspectos históricos, naturales, arquitectónicos, sociales, culturales y también claro, turísticos porque al viajero le encanta apenas llega.
Este pequeño pueblo tiene un gran problema, aunque quizás sea también un beneficio. Esta contradicción refiere a que es muy difícil llegar y esto, todos sabemos, tiene sus pros y sus contras. Hasta el año 2003, aquí no conocían el automóvil, solo se accedía por avión o barco. Y hasta ese momento para salir de allí se tardaban dos días de navegación hasta Puerto Montt, hacia el norte y 3 días a Puerto Natales hacia el sur. Pero, todo cambia, y ahora se puede acceder en auto por la famosa Carretera Austral, un camino mayormente de tierra.
Recomiendo llegar vía terrestre disfrutando esta mágica ruta que a lo largo de 1247 kilómetros, va atravesando fiordos, caletas, ríos y glaciares. Esta geografía se recorre a veces cruzando puentes, a veces en transbordadores. Tiene muchísimos atractivos y desvíos (campos de hielo, glaciares, colgantes, las famosas cuevas de mármol, parques nacionales, etc.). Es uno de esos caminos que sorprende a cada momento. Es común cruzarse con ciclistas, motociclistas, gente que hace la ruta a pie, así como también campesinos arreando ganado, camiones repletos de rollos de madera y mil sorpresas más.
Alguna revista europea especializada en turismo la eligió como una de las 5 rutas más lindas del mundo. Nace en Puerto Mont y termina en O’higgins un poco más al sur de Caleta Tortel. Para terminar de entenderla, digamos que la Carretera Austral si estuviera en Argentina iría desde Bariloche a El Chalten aproximadamente.
Haciendo un poco de historia, esta fue zona de nómades canoeros Kawésqar, hoy prácticamente extinguidos, más allá del mestizaje lógico. Hasta la llegada de la Armada española en busca de la mítica Ciudad de los Césares uno de los mayores mitos patagónicos. El perito Francisco P. Moreno, fue otro de los que recorrió la zona del río Baker, el más importante de la zona y de todo Chile.
A principios de siglo pasado el gobierno chileno concesiona la zona y se forma la Compañía Explotadora del Baker. A los pocos años, ocurre la muerte de más de 100 trabajadores chilotes, en circunstancias dudosas, razón por la que quiebra la compañía. Quedan vestigios de estos sucesos. Aún subsiste el cementerio de la «Isla de los Muertos».
Ya en la segunda década otros empresarios explotan la zona, entre ellos, Lucas Bridges, llamado “El señor del Baker”, hijo de Thomas Bridges, el fundador de Harberton, primera estancia de la Tierra del Fuego argentina.
En ese tiempo comienzan a llegar los primeros colonos ilegales. Se funda formalmente en el año 1955, por solicitud de sus pobladores. Caleta Tortel se va consolidando y así, la incipiente población va construyendo viviendas en grupos a lo largo de la ensenada de Caleta Tortel, uniéndose estos paulatinamente mediante envaralados, puentes y escaleras.
Se le llama envaralado o “planchado” a un camino hecho con troncos o palos atravesados sobre un terreno inundable y son muy comunes en esta zona del sur de Chile. El envaralado evolucionó y se convirtió en las actuales pasarelas de ciprés que son la principal característica de Caleta Tortel.
Ya en este siglo, se construyen nuevas instalaciones municipales, plazas, biblioteca, Radio, viviendas sociales, una nueva escuela y servicios esenciales de energía. Mientras se une el poblado y el aeródromo con alrededor más de 6 kilómetros de pasarelas de ciprés, con la conexión a la Carretera Austral en 2003, se supera en gran medida el aislamiento.
No tiene más de 500 habitantes, en realidad es un conjunto pequeño de casitas y otras construcciones que se amontonan por la orilla del fiordo. Su principal característica es que no tiene calles, así que no circulan vehículos. Cuando uno llega a la entrada del pueblo hay que dejar el vehículo estacionado y olvidarse de él hasta el día de partida.
Se camina por pasarelas de madera (los antiguos envaralados que les contaba) construidas sobre las laderas del cerro. Hay una rambla que lo recorre entero por la parte más baja y luego tres niveles de pasarelas que corren paralelas y se conectan por escaleras. Hay varias plazas, incluso algunas techadas, algo que como arquitecto me llamó mucho la atención porque no lo había visto en ningún lugar del mundo, también muchos muelles y por supuesto desde que el pueblo comenzó a adquirir fama y con la llegada del turismo, ya pueden verse algunos hoteles, restaurantes, y otros servicios para el turista.
Se dice que siempre suena una motosierra en Caleta Tortel, y lo pude comprobar. Esta es una caleta de leñadores. El árbol que cortan se llama Ciprés de las Guaitecas. Una conífera alta, de crecimiento lento. Hace casi sesenta años permitieron talar los bosques para fomentar la actividad económica y lo que hoy se aprovecha es la madera muerta.
Las casas son de madera, algunas tienen tejuelas. Muchas construidas en palafitos sobre el agua (algo asi como pilotes) y otras en la ladera de la montaña en un maravilloso entorno selvático. El colmo de un cuartel de bomberos podría ser que se incendie y eso pasó en Tortel, raro, porque este es un lugar donde llueve la mayoria de los días del año. A la iglesia, que está siempre abierta, se accede tirando de un cordel.
Imaginen que tan increíble lugar tiene que tener muchos sitios para visitar, lamentablemente para este momento, casi el final del viaje, mi presupuesto comenzaba a escasear por lo que tuve que decidir por solo una de las excursiones turísticas (¡por supuesto también soy turista a veces!). Me ofrecieron ir a un par de glaciares, pero finalmente elegí una visita a la Isla de los muertos, primero porque me interesa la historia de los sitios que visito y segundo y para qué mentir… era mucho más baratita ¡jaja!
Tortel recién está naciendo al turismo por lo que aún esta actividad es un poco básica y precaria, pero, de todos modos, esta condición, es a mi manera de entender los viajes, mucho mejor. Esa precariedad aumenta la adrenalina de la aventura, y, a decir verdad, prefiero siempre que quienes me muestren el lugar sean locales y no un licenciado en turismo con un micrófono en un moderno catamarán con 200 japoneses arriba ametrallando de fotos todo lo que se mueve y lo que no.
Asi que allí salimos, en una deteriorada lanchita, un puñado de personas. Navegamos a los saltos por el agua y empapándonos porque casi no hay vidrios sanos. Así, parece más divertida la travesía, incluso hay que ayudar en alguna tarea para que todo salga bien, como amarrar la embarcación al muelle.
En media hora llegamos a la Isla de los Muertos. Uno de los lugares más misteriosos de todo el sur de Chile. Se encuentra en plena desembocadura del río Baker, tiene un pasado muy oscuro en el que, se cuenta, murieron un centenar de trabajadores hace algo más de un siglo. Aunque no se ha podido probar nada, al parecer esas personas fueron llevadas hasta la zona con intención de abrir un camino que uniera lo que ahora es Tortel con Argentina, pero por razones desconocidas comenzaron a enfermar y morir, siendo enterrados en la isla.
Se dice que fueron envenenados por la empresa para no pagar su salario. También que fue accidentalmente a causa de comida en mal estado. En cualquier caso, una historia tétrica para un lugar al que ahora se realizan visitas turísticas con el fin de ver un cementerio donde tan sólo quedan 33 cruces.
La vuelta fue mucho más violenta que la ida. El clima había cambiado a nublado con un poco de agua. Los saltos de la embarcación eran cada vez mayores. De todos modos, me fui a la proa como me gusta a mí cuando navego, a disfrutar el paisaje maravilloso y sacar buenas fotos.
Permanecí algunos días más solamente observando cómo viven los locales. Me traje muchas historias, de las buenas y también de las malas. Obviamente no todas son rosas….
Se notaba la preocupación por la posible construcción de represas en el Baker. Para algunos de ellos a veces el lugar es un poco aburrido porque es pequeño y no tiene tantas actividades. Me confesaron eso del famoso pueblo chico infierno grande, de lo bueno y malo de conocerse entre todos, de la seguridad de criar niños, de la lluvia constante, escuché que llueve unos 300 días al año, algo que solo ví en un increíble viaje por Irlanda en 1998, donde también, como acá, se pueden ver todos los verdes que existen.
Me causó mucha gracia cuando me relataban lo difícil que es hacer una mudanza por el tema de escaleras y de que no entran vehículos. O del hombre que vende las garrafas de gas, transportándolas al hombro, subiendo y bajando cientos de escalones. Tenía un estado físico envidiable.
Una señora, hija de alemanes, que trabajaba en un hostal me pedía que como arquitecto diseñe algún sistema de poleas que le sirva al pueblo al menos para bajar o subir las cosas más pesadas desde el estacionamiento hasta la parte baja del poblado. Quizás la necesidad más urgente que tienen sus habitantes.
Obviamente tienen un problema con el tema accesibilidad. Ví una familia llegar con una señora en sillas de ruedas, en el mismo momento que yo me iba, me quedé mirando cómo bajaban esos cientos de escalones y me imaginaba cómo harían para subirlos después…
Sinceramente pienso que algunos de sus habitantes no terminan de darse cuenta del potencial que tiene este sitio, aunque también es verdad que uno con ojos de extranjero siempre ve las cosas diferentes.
La naturaleza es exagerada aquí, majestuosos Notros, Coihues, Cipreses sobresalen en todos lados, la flora es increíble, me maravillé con esas flores a las que llaman «bailarinas», también multicolores orquídeas y lupinos, Y claro mucha fauna, pumas, huemules, delfines, pingüinos, y aves, sobre todo colibríes, carpinteros y caranchos.
La gastronomía es otro punto a disfrutar en Tortel. El plato típico es el cordero al palo, el que debe atravesarse con una espada y cocerse a las brasas de manera invertida por unas dos horas y media. También existe una gran variedad de pescados y mariscos, como el salmón, el congrio y la merluza, camarones y la centolla. El vino chileno es reconocido a nivel mundial y aquí se toma en una bota de cuero, como la tradición española. El otro clásico es el delicioso Calafate Sour, una bebida alcohólica preparada con limón jugo de piña, pisco y calafate.
No duden en visitarlo si optan por conocer el sur chileno. Este pintoresco pueblo, sin dudas está en mi top five patagónico, junto a las Cuevas de Mármol, al Glaciar Perito Moreno, a la Isla de los Estados y … el quinto no puedo decidirlo aún, pero tengo varios candidatos.
Hasta la próxima amigos…