A los viajeros de alma, hay algunas palabras que nos causan una atracción especial, por ejemplo, Patagonia, África, Alaska, Amazonas…son palabras que despiertan la imaginación. Y en este grupo en algún momento incluí CHILOÉ. Un sitio con esa aura mítica, de tierra de leyendas, de historias y con una magia especial dentro de un país ya de por sí muy especial para los viajeros como es Chile, para muchos, uno de los 5 países más lindos del mundo para visitar, con una diversidad que lo hacen muy interesante. Siempre pensé, un poco en broma, que es el único país que conozco que tiene solo dos puntos cardinales, ¡el Norte y el Sur…ja!
Así fue que en 2016 decidí ir a conocer la Isla de Chiloé, ubicada en la 10ma Región de Chile a unos 1200 km. al sur de la capital, Santiago de Chile.
Llegué por el norte, partiendo de Puerto Montt, transitando la Ruta 5, hasta Pargua, el pueblo costero desde donde en media hora se cruza el estrecho de Chacao en un Transbordador. Aún no había comenzado el puente Chacao que unirá la isla al continente.
Ya el viaje arranca bien porque uno comienza navegando el océano Pacifico, otra palabra que alude a legendarios viajes. Navegar ese mar de azules tan intensos…es una experiencia increíble.
Chiloé tiene muchas atracciones, muy diversas entre sí y para todos los gustos. Mundialmente famosa por sus antiguas iglesias de madera, y aun siendo ateo me animé a recorrer La Ruta de las Iglesias. Hay decenas de templos desparramados por toda la isla, más de 300 de las cuales 16 fueron declaradas patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO. Merecido premio.
Comencé por Ancud, la segunda ciudad más poblada de la isla, un lugar increíble y lo primero que hice fue visitar el Museo de las Iglesias que era lo que necesitaba como arquitecto para empaparme un poco sobre un tema que desconocía.
Allí aprendí todos los procesos de construcción, tipos de maderas, de encastres, vi las herramientas, los planos, maquetas a escala…. la verdad está buenísimo todo, incluido el edificio en sí mismo que es impresionante.
La historia de estas iglesias es muy interesante. Partamos de la base que comenzaron a construirse ya avanzado el siglo XVIII, por lo que ya tienen más de 300 años, lo que las convierte en unas de las construcciones en madera más viejas del mundo. Estas construcciones son una perfecta simbiosis entre las ideas constructivas que traían los Jesuitas, sumados a la mano de obra y materiales del lugar que aportaron los carpinteros Chilotes. Luego, cuando expulsaron a los Jesuitas siguieron los Franciscanos que provenían de distintos lugares de Europa sobre todo de Alemania, Hungría y Rumania. Esa mezcla de culturas, le dio esa impronta al diseño y se creó una tradición arquitectónica a la que llaman Escuela Chilota de Arquitectura Religiosa en Madera. Y más allá que es un estilo propio y único en el mundo, se podría decir que se asemejan de alguna manera al estilo neoclásico.
Si bien son todas distintas, tienen mucho en común unas con otras. En general es un edificio rectangular con una nave central principal y dos naves laterales más bajas separadas por columnas. Con techo siempre a dos aguas, y una serie de arcos en su fachada, como una especie de pórtico o galería semicubierta que da cierta protección en el acceso. Todas tienen una torre campanario central. El esqueleto, o sea la estructura y los revestimientos interiores, son de Ciprés o Coihue, que son maderas duras y muy resistentes a la humedad. Hay un mito que dice que estas iglesias no tienen clavos, eso es cierto en parte, generalmente la estructura es un sistema impresionante de encastres con algunas uniones con tarugos, pero los exteriores, mayormente revestidos con tejuelas de alerces estas se clavan a la estructura general, en una especie de traslapo, o sea un sistema que comienza desde abajo hacia arriba superponiéndose unas sobre otras como si fuera una pared de tejas, para que se entienda.
Esto de las tejuelas, me hizo conocer un oficio muy antiguo que lamentablemente está en franca extinción, el TEJUELERO, una especie de artesano, que hace a mano y una por una las tejuelas que revisten esas viejas iglesias y muchas antiguas viviendas de la zona, e incluso actuales. Fue en una obra en Dalcahue a la que me arrimé de curioso nomas, conocí a un auténtico tejuelero quien estaba refaccionando una vieja iglesia y me contó un poco su oficio. Primero que nada, tienen que conseguir esa madera que no se encuentra en cualquier lado ni se produce a gran escala. Los tejueleros de mayor experiencia, a veces pasan días e incluso semanas, en unas pequeñas islas cercanas o en otras de la zona de Aysén, más al sur, buscando los mejores ejemplares de una especie particular de ciprés que talan solo los más experimentados y luego con una herramienta que es una especie de hachuela o machete, le van dando forma, una por una. Todo artesanal. Es increíble porque con herramientas muy rudimentarias y a golpes van sacando las tejuelas de unos pedazos de tronco enormes. Las hacen casi todas iguales, deben tener 50 cms x 15 o 20 de ancho. Las tejas de ciprés son un excelente aislante. Me regaló un par, una nueva y una vieja para mi colección de antigüedades patagónicas. Son unos verdaderos artesanos. Tengo un documental en mi videoteca patagónica, que cuenta que solamente quedaban dos tejueleros, de excelencia y el trabajo que realizan fue declarado algo así como Tesoro Humano Vivo. Sería una pena que se pierda esa tradición.
Hoy cuando en arquitectura se empezó a usar materiales industrializados que imitan la madera, tener una casa revestida con tejuela de ciprés, es casi un lujo exclusivo para los que valoran la calidad de un material tan noble como la madera. Particularmente, no me gusta ningún tipo de imitación de material en la arquitectura. Me niego a usarlos.
En cierta forma el oficio del tejuelero me hace recordar a Don Castro, un criancero veranador del norte neuquino, otra tradición ancestral que se va perdiendo poco a poco. Conocer este tipo de gente, confirman que el viaje valió la pena.
Pero Ancud no solo tiene iglesias y tejueleros, tiene mucho más para ofrecer. Tiene hermosas playas para disfrutar. La Plaza de Armas siempre es un buen lugar para arrancar a conocer una ciudad en Chile, porque sus habitantes socializan mucho en ese espacio, siguen funcionando como lugar de encuentro y siempre pasan cosas. Las glorietas me recordaron a las que supo haber en las plazas de Argentina y que ya salvo contadas excepciones, no existen más.
Hay una pingüinera muy famosa, pero habiendo visitado tantas en mis viajes patagónicos, decidí no ir, pero seguramente merecen una visita. Lo que si visite y un buen rato es el Fuerte San Antonio.
Este Fuerte, de fines del 1700, fue uno de los últimos que funcionaron de la corona española en Sudamérica. El lugar donde está emplazado es mágico, las vistas al mar son geniales y más allá de la construcción en sí, de piedra, se pueden ver varios cañones, que aun apuntan a la Bahía de Ancud. También se ve el Polvorín, aunque no fue posible entrar.
Más al norte, en la entrada oeste del Canal que divide la Isla con el Continente, se llega a uno de los faros más lindos que conocí en Chile. El Faro Corona. Si bien no es un faro muy grande ni muy alto, debe medir menos de 10 metros, al estar construido sobre una especie de acantilado tiene vistas impresionantes y un alcance lumínico muy bueno. Se encuentra muy bien mantenido y se puede visitar. En la base hay un Museo muy interesante. Los faros son mi debilidad, y además este es rojo y blanco, como mi corazón.
Cerca de allí existe otro Fuerte más conocido como El Castillo de Ahui, más lindo e interesante que el de San Antonio que contaba recién. También está muy bien conservado y deja ver claramente cómo era una fortaleza española de esa época.
Como decía más arriba, además de las iglesias, Chiloé tiene mucho más para ver. Recorrer en auto esos paisajes, tan verdes, con esa atmósfera tan especial, es una experiencia inolvidable. Mayormente recorrí la Isla Grande, pero hay muchas más islas, pequeñas, algunas incluso habitadas.
Existen dos ciudades principales, Ancud bien al norte y Castro, su capital casi en el centro de la isla, y que es la segunda ciudad que visité. Lo primero que me llamó la atención en Castro fueron los PALAFITOS, seguramente la principal atracción de la ciudad.
Los palafitos, son la otra expresión arquitectónica característica de esta isla. En sí son un conjunto de viviendas muy coloridas, muy comunes en las zonas costeras, aunque también se ven dentro de un lago o en terrenos inundables. Son casas de madera y tejuelas de alerce construidas sobre un muelle de gruesos pilotes. Si bien suelen ser construcciones precarias, típicas de gente humilde mayormente vinculadas a la pesca, los Palafitos de Castro parecieran tener un poco más de jerarquía, con algunas construcciones de gran calidad. Generalmente tiene dos frentes, uno hacia la calle, con la que se comunican con la ciudad, y otro hacia el lado del agua, con algunas terrazas que funcionan como plazas o patios. En algunos hay como un nivel inferior que se utiliza para los trabajos de pesca, según la marea y es ahí donde se amarran los botes de sus habitantes que usan para buscar mariscos y peces. Digamos que más allá de su atractivo, el lugar es ideal para los que viven de la pesca. También por supuesto es un paraíso para fotógrafos. Una de las dos postales típicas de esta ciudad, sin dudas.
La otra es la Iglesia de San Francisco. Creo que la más grande de todas. Ubicada frente a la Plaza de Armas, debe ser uno de los principales tesoros de la arquitectura católica en todo Chiloé. También forma parte de la lista de 16 iglesias de la isla declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco. Es de 1910, y un raro diseño entre neogótico y clásico, combinado con el estilo de construcción chilota de maderas de la zona. Si no recuerdo mal es la única con dos torres al menos entre las 16 que son Patrimonio. El exterior está pintado de amarillo intenso y morado. El interior es sencillamente impresionante. El trabajo en madera es único. No es ninguna novedad la calidad de los carpinteros chilenos, pero en esta iglesia la verdad que se lucieron. Además, a diferencia de las otras, esta también tiene unos vitreaux espectaculares que le da una luz interior muy especial al reflejarse en la madera. Una de las pocas iglesias a la que puede entrar. Quizás tuve mala suerte, pero la mayoría estaban siempre cerradas por esos días.
En Castro hay muchas cosas interesantes para ver, la costanera es un paseo hermoso y los mercados ineludibles. En ellos hay de todo, desde todo tipo de pescado hasta artesanías de lana de gran calidad. En cualquier mercado del mundo uno ve buena parte de la realidad, la cotidianeidad y la cultura del lugar. Siempre entro, aunque no compro nada o solo comida porque suelen ser variadas, típicas, de buena calidad y baratas.
Recorrer la isla ya de por sí es un atractivo más. En realidad, es un conjunto de unas 40 islas, de las que conocí algunas solamente y sobre todo la Isla Grande, de aproximadamente 200 km de largo por 50 km de ancho. El paisaje es muy húmedo, muy verde, muchas flores, mucha agua por todos lados, ondulado, con muchas colinas y montañas bajas, muchos pueblitos pequeños, sobre todo en las zonas costeras del este, la parte más protegida. Se podría decir que paisajísticamente es cinematográfica. Se nota cómo mantienen sus tradiciones, quizás por eso de estar separados del continente, las casitas revestidas de tejuelas de madera, todas con sus chimeneas humeando, por supuesto iglesias de madera por todos lados. Muchos animales, vacas, ovejas, muchas aves.
A medida que uno se va adentrando en la isla, puede percibir las distintas actividades productivas de esta región, por supuesto las más importantes son la actividad forestal, la agrícola, también el turismo claro y por supuesto la pesca. Recuerdo una sorpresa en el cruce del trasbordador. Apoyado en la baranda, admirando el océano, comienzo a conversar con un pibe chileno que se dedicaba a…vacunar salmones con una jeringa, ¡uno por uno! Un oficio del cual ni conocía su existencia. El muchacho formaba parte de una cuadrilla que iba por distintas zonas vacunando salmones en diferentes centros de cultivos, como una especie de comparsa de esquiladores. Chile tiene la segunda industria salmonera del mundo después de Noruega y el salmón es la principal exportación del país después del cobre.
Por último, comentar otros dos sitios increíbles. Uno es El Muelle de las Almas. Una idea brillante, al oeste de la Isla. Es un lugar hermoso sobre el acantilado y es básicamente un sendero, una escultura como una especie de muelle que no está en el agua precisamente, desde donde se ven unos paisajes de campos y mar, de una belleza escénica espectacular.
Obvio que hay mucho más, el Parque Nacional Chiloé, y otros parques, hay varias cascadas, por supuesto hay algunas islas que tienen buenas historias para ir a conocer. Ni hablar de su gastronomía, partiendo de la base que en esta isla hay casi 300 especies diferentes de papas. Pero obviamente acá hay que probar el pescado y sobre todo el Curanto, que para quien no conozca de qué se trata, es esa tradicional preparación de mariscos, carnes, papas y otros ingredientes típicos cocinados en un hoyo sobre una base de piedras calientes y tapado con hojas.
Recorrí varios lugares de la Isla de Chiloé. La verdad debería haber escrito dos notas para contar más en profundidad todo lo que hay, pero al menos quería mostrar lo más importante que yo vi. Por supuesto aconsejo este viaje, pero para quien quiera conocerlo bien, le diría que es para ir no menos de 10 días.
¡Hasta la próxima amigos!.